Trabajando en Valpo.

Hace como tres semanas comencé a trabajar en una empresa en Valparaíso, es un trabajo por un tiempo corto, pero intenso, a veces latero. Como una vez me dijo mi profe de derecho comercial; “hacer estudios de títulos es fome, pero se aprende harto”, así que en eso estoy, aprendiendo.

Pero más que hablar del trabajo, de sus sabores o sinsabores, me gustaría detenerme en Valparaíso. Desde que estoy en la Universidad siempre me ha gustado el viaje a Valpo, sobre todo cuando es un día soleado, algo tiene ir en micro viendo el mar calmo, el ir y venir de las naves al entrar al puerto, el calor del sol, sea en invierno o en verano, que hacen que esa postal no me canse de observarla una y otra vez, los 365 días del año.

Hace poco, haciendo unos tramites en unas notarias, me tope con una tienda bien entretenida. Es una pequeña tienda que queda frente al “Reloj Turri” donde puedes sentarte a tomar café, a ojear libros, escuchar buena música y ver que te ofrecen en materia de películas. Los precios son económicos, CD en ofertas, libros baratos, buenos dvd. Me podría pegar fácil una hora ojeando libros, apenas me paguen me voy a pegar un plantón largo hasta encontrar algo que me guste para leer. La tienda tiene su carisma, tal vez me marco el hecho de que al entrar tocaban un tango que me ha gustado desde que vi “perfume de mujer”; “por una cabeza” cantada por Gardel, basto escuchar eso al entrar y sentir que esa ya es mi tienda de libros favoritos, además que se puede tomar café y que bien sabe el café.

Pasando el “Reloj Turri”, cuando no alcanzo a ir y volver a mi casa para almorzar, existe un local excelente para tales menesteres. Terranostra se llama, es como estar dentro de una cava de vino. Te atienden bien, se come rico y esta bien decorado, tal vez no sea el lugar mas barato, pero el “estilo” tiene un precio y en ocasiones da gusto pagarlo.

Me ha llamado la atención lo mucho que cambia la ciudad de una hora a otra, cuando llego en las mañanas, calle Prat y aledañas es un tumulto de gente, que va y viene a paso rápido y sin detenerse. Al llegar la hora de decir a dios al día laboral, el mundo es otro, las calles casi vacías, la gente se da tiempo para detenerse a conversar y el sol que se comienza a esconder entre los edificios, donde se puede ver pedazos de mar de fondo y el constante movimiento de un puerto, que nunca se detiene a descansar.